Forjar tu destino activamente
- Carla Medina

- 28 ago
- 1 Min. de lectura
No siempre somos conscientes, pero cada elección que hacemos —desde lo que decimos hasta lo que evitamos— es un ladrillo en la construcción de nuestro destino. No hablo solo de las grandes decisiones, esas que solemos recordar con nitidez. Me refiero, sobre todo, a las pequeñas: las palabras que elegimos o callamos, los hábitos que repetimos sin pensarlo, la forma en que reaccionamos cuando nadie nos ve.
El verdadero reto está en observar esos movimientos automáticos que parecen inofensivos. Ahí es donde se esconden nuestras creencias más profundas, muchas veces limitantes. Es en esos patrones, que repetimos como si estuviéramos en piloto automático, donde podemos encontrar nuestros miedos más antiguos y las historias que nos contamos para seguir siendo la misma persona que ya conocemos.

Mirar de frente esos automatismos es incómodo. Es más fácil justificarlos o ignorarlos. Pero en ese punto ciego está la llave para elegir de manera consciente quién queremos ser. Porque la vida no se transforma solo con deseos o visualizaciones; se transforma cuando, en lo cotidiano, empezamos a elegir distinto.
Cada acción es un voto por la persona que quieres llegar a ser. Y aunque parezca un gesto mínimo —decidir hablar en lugar de callar, detenerte a escuchar en vez de reaccionar—, es precisamente ahí donde se forja un destino. No en un acto heroico aislado, sino en la suma silenciosa de miles de elecciones presentes.





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